Eso que va delante tan tumbado,

tan inmóvil, tan mudo, tan sombrío,

ayer era un violento desafío

a cuanto alzaba un palmo en su costado.

Ayer, ni recio muro ni vallado

hubo que no abatiera a su albedrío.

¡Y hoy canalizan su podrido río

unas tablas de pino a cada lado!

Una tabla de pino fue bastante

para ahorrar al asombro de los ojos

mirar cuánta mudanza una hora encierra.

Hombros que ayer lo alzaban arrogante

hoy llevan abatidos sus despojos

a la insaciable boca de la tierra.

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En Las piedras angulares, 1989. Pág. 46.